30 de diciembre de 2007

La descripción de la gubia

Se subió a un entarimado realizado a tal efecto, y como hacía siempre, se quitó el reloj y los anillos y se arremangó la bata ocultando los botones de las bocamangas. Su maestro le había dado instrucciones sobre qué es lo que había que hacer y cómo hacerlo. El discípulo ya había dejado de ser aprendiz hacía tiempo, pero aquel trabajo era distinto.

El “cañoncillo” comenzó a hacer brotar un olor a cedro tan intenso, que todo el Templo se inundó de él. Era un aroma concentrado y puro que había estado mucho tiempo enclaustrado. Cuando la gubia se hundía en la madera, sonaba con un eco de siglos. Fue un trabajo breve, limpio y sin complicaciones.

Solamente había que acoplar las nuevas cogidas de oro en la cabeza de El Maestro. La Hermandad por su parte, se había encargado de adaptar todos los juegos de “potencias” para que entrasen sin holguras pero sin tener que forzarlas.

Concluido el trabajo, recogió sus herramientas y descendió del entarimado, no sin antes rezar una breve oración. La misma oración que cada viernes rezaba. Tras ello se despidió sin más y dirigió sus pasos, acelerados como su corazón, al taller.

Desde aquel día ha pasado ya bastante tiempo. El discípulo me había contado este relato desde que tengo uso de razón en varias ocasiones. Yo, lo escuchaba atentamente, primero de niño, después de adolescente…Hace poco, volvió a relatármelo. Igual que siempre. Y por primera vez le hice una pregunta, que hasta entonces nunca me planteé:

- ¿Y qué es lo que sentías, mientras estabas allí subido y hacías tu trabajo?

Pensó algunos segundos antes de responderme, y me dijo:

- Sentí que tenía a Sevilla bajo mis manos.

Es la descripción más rotunda y certera que jamás he oído de El Señor de Sevilla hasta el día de hoy.

26 de diciembre de 2007

A pulso aliviao



Soy débil. Y ante la insistencia de una Dama, sí, escrito con mayúsculas y en negrita, me creo mi blog. Espero no defraudarla, al menos a ella. También espero ser constante, y además tener el tiempo necesario para no desentonar con ella, ni con El Aguaó, ni con la gente de la Plaza de los Carros, ni con ningún otro de mis acompañantes en este Rinconcillo virtual, en esta casa fundada en 2007 donde espero echar buenos ratos y compartir ideas y sentimientos.
Espero aportar mi humilde clavel blanco en esa jarra de plata que se llama Sevilla, y apretar los dientes para que cuando caigan los kilos, no se note desde fuera. Esta primera va a ir a pulso aliviao, para soltar los nervios y porque mi Capilla es muy chiquitita y el paso demasiado grande. Espero, cuando el olivo haya salvado el dintel y estemos en el suelo de Orfila, dar una levantá como Dios manda.
(Perdón, la foto, como se puede ver es de Roberto Villarrica)